Las infecciones como la conjuntivitis o los hongos pueden aparecer durante todo el año, pero es en la época veraniega cuando presentan una mayor incidencia.
En el caso de la conjuntivitis, las altas temperaturas, el cloro o la asistencia a sitios públicos con gran afluencia, como son las piscinas o las playas, pueden favorecer su aparición.
En general, cursa de forma leve, pero puede resultar molesta e interrumpir actividades que teníamos previstas.
¿Cómo empieza una conjuntivitis?
“La función de la conjuntiva es proteger de agentes externos al globo ocular, aunque interviene también en la formación de componentes de la lágrima y en la defensa inmunológica del ojo”, explican los especialistas del Departamento de Oftalmología de Clínica Universidad de Navarra.
La conjuntivitis, u ojo rojo, es una inflamación o una infección de la membrana transparente que recubre la parte blanca del ojo, la esclera, y también los párpados por su cara interior.
El enrojecimiento, la sensación arenosa, el picor de ojos y el aumento de secreciones son los signos más característicos de esta dolencia.
Las más habituales tienen origen vírico y tienen una duración de entre 3 y 7 días.
Conjuntivitis y verano
En la época estival, los ojos pueden ser foco de alteraciones.
“Hay gérmenes especialmente resistentes a los agentes químicos como el cloro que pueden encontrarse en el agua de las piscinas y que son capaces de producir la infección tras el baño”, indica el Dr. Ángel Salinas, oftalmólogo de Clínica.
De esta forma, el cloro puede originar una conjuntivitis irritativa o química. Por otro lado, la exposición al sol también puede irritar el ojo y producir esta dolencia, e incluso el aire acondicionado, “que puede provocar en nuestros ojos la aparición o el incremento de los síntomas de sequedad de la superficie ocular, también conocidos como ‘ojo seco’”, añade.
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