Las hiperlipemias son un grupo de alteraciones del metabolismo de las grasas que se caracteriza por dar lugar a un aumento de una o varias fracciones lipídicas en la sangre. Los dos tipos más importantes de grasas circulantes son los triglicéridos y el colesterol. Su origen procede de la alimentación y de la síntesis por parte del hígado.

“Se pueden clasificar en hipertrigliceridemias, o aumento de la concentración de triglicéridos; hipercolesterolemias, e hiperlipemias mixtas en las que aumentan tanto el colesterol como los triglicéridos”, explican los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.

¿Cuáles son los síntomas de las hiperlipemias?

En la mayoría de los casos, la elevación de grasas en la sangre no produce síntomas agudos, por lo que un análisis de sangre determina el diagnóstico. En ocasiones, el dolor abdominal, el aumento del tamaño de hígado y bazo, la xantomatosis eruptiva o trastornos de circulación en extremidades inferiores se convierten en señales de alerta.

Las hiperlipemias se clasifican en primarias, cuando se deben a una alteración propia del metabolismo de las grasas y precisan de tratamiento crónico de por vida, y secundarias, cuando se producen como consecuencia de otra enfermedad o de la toma de determinados medicamentos. Éstas últimas pueden desaparecer una vez se elimina la causa que las inicia.

¿Por qué mantener las hiperlipemias bajo control?

“La finalidad del tratamiento de las hiperlipemias es modificar los niveles de lípidos plasmáticos hasta niveles de bajo riesgo (colesterol total < 200 mg./dl. o LDL-colesterol < 130 mg./dl.). Numerosos estudios han demostrado que la dieta afecta profundamente al metabolismo de las grasas y que estos niveles plasmáticos se relacionan directamente con el riesgo de cardiopatía isquémica”, señalan los expertos.

Una dieta adecuada, ejercicio físico y peso adecuado son medidas que ayudan a mantener las hiperlipemias a raya. Si no fueran suficientes, “habría que añadir fármacos”, añaden.

En el caso concreto de la alimentación, el correcto tratamiento dietético se basa en la restricción de las grasas saturadas o de origen animal. Productos lácteos desnatados, tomar el queso fresco en lugar de curado, no consumir productos de bollería, evitar la carne y los derivados del cerdo, así como mantequillas, margarinas y natas…”, son algunos de los consejos que enumeran los expertos.

Por otro lado, desde Clínica Universidad de Navarra destacan la importancia de conseguir una cifra de peso lo más próxima posible a la normalidad, evitando tanto el sobrepeso u obesidad como la delgadez”, que recomienda además que “es muy conveniente la realización de ejercicio físico habitual para ayudar a mejorar el metabolismo lipídico”.

Consejos de alimentación para hiperlipemias

El contenido calórico de la dieta influye sobre la tasa de lípidos circulantes: las dietas hipercalóricas estimulan la producción hepática de triglicéridos y de los LDL. Asimismo, las dietas hipocalóricas producen un descenso del colesterol y triglicéridos, y provocan un aumento de HDL. “Por lo tanto, el tratamiento dietético de las hiperlipidemias deberá tener siempre en cuenta el balance calórico que resulte más adecuado para cada situación”.

Para mejorar la alimentación y conseguir una dieta correcta, desde Clínica Universidad de Navarra ofrecen los siguientes consejos:

Colesterol

Una ingesta elevada de colesterol en la dieta produce hipercolesterolemia y ateroesclerosis.

“La mayoría del colesterol de la dieta procede de productos animales, ya que las plantas no contienen colesterol. Los alimentos más ricos en colesterol son los huevos y las vísceras. Algunos mariscos tienen un contenido relativamente alto de colesterol”, indican los especialistas y añaden que las carnes animales no suelen tener cantidades importantes de colesterol, pero como representan una proporción importante de la dieta en los países desarrollados, suponen una considerable contribución al colesterol de la dieta”, concluyen.

Grasas

Las grasas de la dieta están constituidas casi exclusivamente por triglicéridos, que contribuyen entre un 35-40% al consumo calórico total. “Los triglicéridos están formados por tres ácidos grasos unidos a una molécula de glicerol. Ya que los ácidos grasos tienen una influencia importante sobre el metabolismo lipídico se debe indicar, con especial énfasis, el tipo de ácidos grasos que se deben ingerir en la dieta hipolipemiante”. 

Estos ácidos grasos naturales de importancia nutritiva se clasifican en: saturados, monoinsaturados y poliinsaturados.

  • Con respecto a las grasas saturadas, distintos estudios indican que los ácidos grasos saturados elevan el nivel de colesterol sérico. “La prevención de la cardiopatía isquémica y el tratamiento de las hipercolesterolemias requieren, por lo tanto, una disminución del contenido de grasas saturadas de la dieta. Todas las grasas animales, con excepción de las procedentes del pescado, son saturadas. También presentan grasas saturadas los productos lácteos elaborados con leche entera y los productos de bollería industrial que contienen grasas de origen animal. En el reino vegetal solo los aceites de palma y coco son ricos en grasas saturadas”.
  • En las grasas monoinsaturadas, el principal representante es el ácido oleico. Los alimentos con mayor contenido son el aceite de oliva (65-80%) y la carne de cerdo (40-45%). “Algunos estudios han comprobado que las dietas ricas en ácido oleico elevan el HDL y reducen la tasa de LDL, por lo que cada vez se están utilizando más como sustituto de la grasa saturada”, exponen los expertos.
  • Las grasas poliinsaturadas son nutrientes esenciales (no sintentizables por nuestro organismo) y, por lo tanto, son imprescindibles en la dieta. Deben representar como mínimo el 2% del total de las calorías ingeridas.

Están presentes en la mayoría de los aceites vegetales utilizados en la alimentación (maíz, lino, girasol y soja) y en los pescados.

“Las recomendaciones dietéticas para la prevención de enfermedades cardiovasculares y el tratamiento de las hiperlipidemias aconsejan que los ácidos grasos poliinsaturados aporten un 10% de las kilocalorías totales de la dieta”, aconsejan desde Clínica.

Hidratos de carbono

Los hidratos de carbono de la dieta ejercen una acción neutra sobre los niveles de colesterol total. Sin embargo, las dietas pobres en grasas, y con un alto contenido en hidratos de carbono, elevan los niveles de triglicéridos por un aumento de la síntesis hepática de triglicéridos. “Si el consumo de hidratos de carbono se mantiene dentro de límites adecuados (50-60% del aporte calórico de la dieta) no se observan modificaciones en los niveles de lípidos”.

Fibra

Son diversos los hidratos de carbono (celulosa, pectina…) que el organismo es incapaz de digerir, y que se encuentran fundamentalmente en verduras, hortalizas, legumbres, cereales y frutas. El uso de dietas ricas en fibra consigue un descenso de colesterol sérico entre el 4-10%, a expensas del LDL.

“El consumo recomendado de fibra en la dieta oscila entre el 10-15 gramos por cada 1.000 kcal. al día. Es especialmente beneficioso en situaciones de hipercolesterolemia donde sus efectos se sumarían a los de la dieta pobre en grasas saturadas y colesterol”.

Proteínas

No se ha demostrado que las proteínas modifiquen de forma significativa las concentraciones de lípidos plasmáticos.Las recomendaciones dietéticas para las proteínas en el tratamiento de las hiperlipidemias aconsejan que éstas constituyan el 10-20% del total de la energía calórica”, aconsejan desde Clínica Universidad de Navarra.

Alcohol

El consumo excesivo de alcohol es una de las causas más frecuente de hiperlipidemia secundaria. Por otro lado, el consumo de etanol añade un aporte extra de 7,1 kcal por gramo de alcohol sin ningún valor nutritivo, suponiendo una causa frecuente de la obesidad.

“No existe contraindicación absoluta de consumo moderado de etanol (25-30 gr./día), en pacientes hiperlipidémicos excepto en personas con tendencia a la hipertrigliceridemia, en cuyo caso debe restringirse por completo su consumo. Se ha comprobado que, además de bajar el colesterol, la dieta mediterránea mejora más la salud cardiovascular que las dietas que solo bajan el colesterol. Sus principales componentes son: vegetales, pescado, aceite de oliva y frutos secos”, concluyen desde Clínica Universidad de Navarra.