“Mi pierna estaba muy hinchada, enrojecida y me dolía mucho. El dolor iba en aumento y me costaba estar de pie. Parecía una picadura de avispa, pero resultó ser un trombo”, explica Francisco Díaz, paciente de Clínica Universidad de Navarra que ha padecido dos episodios de trombosis.
La trombosis venosa es la tercera causa de muerte cardiovascular, sólo por detrás del infarto agudo de miocardio y del ictus. Los datos son escalofriantes en Europa, puesto que la mortalidad relacionada con esta patología asciende a 600.000 habitantes cada año, lo que representa una muerte por minuto, y que afecta sobre todo a personas mayores de 55 años.
El trombo es un coágulo que se forma en el interior de las venas y que impide que la sangre fluya correctamente. Este fenómeno se conoce como trombosis venosa profunda. En ocasiones, el coágulo se desprende de las paredes de las venas y, a través de la corriente sanguínea, llega hasta los pulmones provocando el llamado embolismo pulmonar.
Los especialistas de la Clínica Universidad de Navarra apuntan la existencia de factores genéticos y/o adquiridos que dan lugar a una trombosis como “la edad avanzada, intervenciones quirúrgicas, traumatismos, el cáncer, la terapia hormonal, los anticonceptivos orales, el embarazo o el parto”.
Síntomas de una trombosis
Por lo general, la trombosis venosa es visible en la pantorrilla y el muslo, aunque no debe confundirse con varices, que son dilataciones venosas y en las que no necesario que exista un trombo que obstruya la vena.
El dolor en la pierna es el principal síntoma de trombosis, y aumenta con la flexión dorsal del pie, también el edema (hinchazón por retención de líquidos), sensación de pesadez y aumento de calor en la zona.
El embolismo pulmonar, que conlleva una elevada mortalidad, está relacionado con el dolor torácico y la dificultad respiratoria. Aunque también puede producir fiebre y otros síntomas como tos.
4 pasos para prevenir la trombosis venosa
La trombosis venosa se puede prevenir y, mejor aún, tratar. Existen medidas preventivas farmacológicas y físicas, como aquellas que favorezcan el retorno venoso para aumentar el flujo de las venas de las piernas.
- Elevar los pies de la cama.
- Evitar la inmovilización durante mucho tiempo.
- Hidratarse
- Realizar ejercicios que contraigan la musculatura de las piernas.
Por otro lado, “el tratamiento de esta enfermedad ha experimentado una auténtica revolución en los últimos 10 años con la aparición de nuevos fármacos anticoagulantes que están sustituyendo a los más tradicionales, como el conocido Sintrom”, explican los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.
Estos nuevos fármacos no requieren monitorización de laboratorio y son más cómodos, ya que se administran vía oral. Además, presentan escasas interacciones con otro tipo de medicación y alimentos, y conllevan menos complicaciones hemorrágicas, sobre todo, la intracraneal.
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