La preeclampsia es una enfermedad propia del embarazo, la más frecuente en la gestación. Según datos de la Sociedad Española de Hipertensión (SEH-LELHA), puede afectar entre al 7 y 10 % de las mujeres. Detectarla de manera temprana y seguir las indicaciones del médico son dos indicaciones básicas para evitar complicaciones.
Esta dolencia se caracteriza por una elevación de la presión arterial a partir de la semana 20 de gestación, asociada a una pérdida de proteínas por la orina.
“Para hablar de hipertensión la tensión arterial debe ser igual o superior a 140 mm Hg de sistólica o 90 mm Hg de diastólica, valorada en dos ocasiones, separadas por un intervalo de 4 horas, salvo en los casos en que las cifras de tensión arterial sean iguales o superiores de 160/110. La proteinuria (proteínas en la orina), por su parte, se define como la existencia de 300 mg o más de proteínas en orina de 24 horas, o 30 mg/dl en muestra aislada”, explican los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.
¿Cuál es la diferencia entre hipertensión gestacional y preeclampsia?
Cuando la hipertensión arterial aparece después de la semana 20 de gestación, pero no hay proteinuria, se denomina hipertensión gestacional o hipertensión inducida por el embarazo. El diagnóstico cambia a preeclampsia si, posteriormente, se detectan proteínas en la orina.
“Aproximadamente, un 25 % de las mujeres diagnosticadas en un principio como hipertensas gestacionales desarrollan posteriormente preeclampsia. En general, la presión recupera los valores normales después del parto, pero si no desaparece después del nacimiento, suele deberse a que ya existía una enfermedad hipertensiva previa a la gestación y que no fue diagnosticada por falta de control médico anterior al embarazo o porque no se detectó durante el transcurso. Dentro de la última etapa del primer trimestre, y la mayor parte del segundo, la presión arterial tiende a disminuir, escondiendo de esta forma una hipertensión crónica de base”, añaden los especialistas.
¿Cuáles son los riesgos y consecuencias de la preeclampsia para la madre y el bebé?
“En la mayoría de los casos, la preeclampsia aparece en las últimas semanas del embarazo y, con un adecuado control médico, reposo, dieta sana y supervisión de la salud del bebé, no se dan riesgos importantes para la salud de la madre y el bebé”, señalan desde Clínica.
Cuanto más temprana sea la aparición de la preeclampsia, mayores serán los riesgos de la madre y del bebé. Por otro lado, en los casos de preeclampsia severa pueden verse afectados órganos importantes maternos y producirse alteraciones placentarias que pueden generar consecuencias importantes, tanto en la madre como en la salud del bebé, e incluso comprometer la vida de ambos: “Los riesgos para la madre son la hemorragia cerebral, desprendimiento de retina, edema pulmonar y alteraciones de la coagulación, entre otros. Para el feto y recién nacido son el aumento de la prematuridad, el crecimiento intrauterino retardado y lesiones neurológicas”. También hay un incremento de la mortalidad perinatal, por esta razón,“en casos de preeclampsia severa se aconseja el nacimiento lo más pronto posible, incluso corriendo riesgos de prematuridad importante en el recién nacido”.
Cuando la preeclampsia se agrava y afecta la vascularización cerebral, la mujer sufre convulsiones y la enfermedad deriva en una eclampsia, una complicación muy grave para la vida de la madre y del feto: “Es muy poco habitual llegar a esta fase de la enfermedad, ya que la mayoría de las embarazadas recibe hoy en día unos cuidados prenatales que la detectan en sus inicios”, aclaran desde Clínica. El tratamiento de la eclampsia consiste en aumentar el flujo sanguíneo para que llegue correctamente al cerebro, sedar a la paciente y reducir su presión arterial. Si el embarazo está suficientemente avanzado, el médico puede optar por realizar una cesárea.
Síntomas de la preeclampsia
Los síntomas iniciales de la preeclampsia pueden pasar desapercibidos ya que “se confunden con los síntomas propios del embarazo, como el aumento de peso”. Por eso, es muy importante controlar bien la tensión arterial, para detectar pequeñas elevaciones que aparecen semanas antes de que se manifieste la preeclampsia, así como un estudio en orina para detectar proteínas. “De ahí la importancia de un buen control obstétrico y de la necesidad de asistir a todas las consultas”, subrayan los expertos.
Aunque suele presentarse en las últimas semanas del embarazo, esta dolencia puede aparecer en el intervalo entre las consultas prenatales, por ello las embarazadas deben estar atentas a determinados síntomas iniciales:
- Aumento de peso de más de 2 kg en una semana.
- Alteraciones en la visión: visión borrosa, doble, ver estrellitas luminosas, intolerancia a la luz.
- Dolores abdominales intensos.
- Vómitos o náuseas importantes.
- Cefaleas intensas y persistentes.
¿Cuáles son las causas de la preeclampsia?
Aunque se desconoce el mecanismo final de la aparición de esta enfermedad, puede existir una predisposición genética hereditaria. La enfermedad es más frecuente en mujeres con antecedentes familiares de preeclampsia, de hipertensión crónica, enfermedades renales crónicas, diabetes mellitus y otras afecciones.
Asimismo, tienen más riesgo de sufrirla las mujeres en edades jóvenes (menos de 18 años) o avanzadas (más de 40), así como en caso de embarazos múltiples o embarazos molares (por la gran masa placentaria).
También, aquellas mujeres que, en embarazos anteriores, hayan sufrido preeclampsia antes de cumplir las 30 semanas de embarazo tienen un riesgo mayor de desarrollarla nuevamente en otro embarazo.
¿Cuál es el tratamiento de la preeclampsia?
El tratamiento definitivo de la preeclampsia es la finalización del embarazo. Que sea parto natural o cesárea dependerá de las condiciones del cuello uterino ante la inducción del parto, así como del bienestar fetal. En función del estadio de la enfermedad, y si la paciente mejora, los especialistas esperarán para la inducción. Por otro lado, si el feto está inmaduro se esperará a que esté maduro para terminar el embarazo.
En este caso, “se disponen de tratamientos sintomáticos, que nos permiten ganar tiempo y madurez fetal con la madre controlada. El tratamiento tiene como fin mejorar la hipertensión arterial y la proteinuria para conseguir que no haya complicaciones maternas y el bebé madure y esté sano”.
Aunque el tratamiento dependerá del tipo de hipertensión y de su gravedad, existen medidas generales:
- Reposo: a diferencia de las recomendaciones de incrementar el ejercicio en los hipertensos en general, la mujer embarazada hipertensa tiene que mantener una actividad moderada y aumentar sus tiempos de reposo, incluso con periodos de siesta acostada sobre el lado izquierdo, porque tanto boca arriba como sobre el lado derecho, el útero grande comprime la vena cava y dificulta la buena circulación de la sangre. El reposo mejora los edemas y ayuda a una correcta distribución del líquido corporal.
- Dieta: es aconsejable una alimentación equilibrada, variada y completa, rica en frutas y verduras, sin reducción calórica salvo en casos muy concretos y bajo estricta supervisión del médico y dietista. En cuanto a la sal, no se restringe su consumo, siempre que sea moderado.
- Fármacos: si la enfermedad avanza será necesaria la hospitalización, así como la administración de fármacos antihipertensivos cuando la tensión arterial sea igual o superior a 160/110.
Además, será necesario realizar controles de presión arterial frecuentes (al menos una vez al día), estudios de sangre y control de proteinuria, además de los controles del bebé: ecografía, monitoreo, Doppler, etc.
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