La espina bífida es un defecto congénito del tubo neural del cerebro, la columna vertebral o de la médula espinal.
Se produce cuando esta parte del tubo neural, que formará la columna vertebral y la médula espinal, no se cierra completamente durante las primeras etapas del embarazo, en el primer mes.
“Es un complejo de malformaciones derivadas de la falta de cierre dorsal del tubo que va a constituir el sistema nervioso y sus cubiertas. La forma más frecuente es la forma baja lumbosacra de la formación de la médula espinal, de las raíces y/o de las meninges. Tiene una incidencia global de 1 de cada 1000 recién nacidos y puede presentar diversas formas: meningocele, mielomeningocele o espina bífida oculta”, explican los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.
Puede diagnosticarse durante el periodo de gestación, aunque a veces solo se descubre tras el nacimiento del bebé, y suele venir acompañada de hidrocefalia, una acumulación de líquido en el cerebro.
En ocasiones, la malformación provoca una abertura visible en la espalda ya que la médula espinal y su revestimiento ‘asoman’ por esta abertura (en los casos de meningocele y mielomeningocele). En otros casos, no hay abertura y la malformación queda oculta bajo la piel (espina bífida oculta).
Los síntomas de la espina bífida pueden variar y el grado de la enfermedad puede oscilar entre leve y grave, según el tipo de defecto, localización, complicaciones… Algunas personas pueden hacer vida normal, mientras que otras precisan aparatos ortopédicos, muletas o sillas de ruedas. También, pueden presentar dificultades de aprendizaje, problemas urinarios e intestinales.
Ácido fólico y espina bífida
Se desconoce la causa exacta de la espina bífida, aunque parece tener un alto componente genético.
También se considera que el ácido fólico tiene incidencia en su aparición. Se trata de una vitamina B (B9) fundamental que “participa en la formación de material genético de las células y en la maduración de los glóbulos rojos de la sangre”, explican los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.
Existen situaciones que aumentan la necesidad de ácido fólico, como en las embarazadas o en el periodo de lactancia.
Algunos alimentos donde se pueden encontrarse son: verduras, legumbres y frutas. No obstante, en el periodo gestante las embarazadas toman complementos de ácido fólico para prevenir los efectos en el tubo neuronal y con ello reducir el riesgo de espina bífida.
Tratamiento de la espina bífida
La espina bífida debe tratarse quirúrgicamente de forma precoz y en los primeros días de vida.
Ello previene infecciones del sistema nervioso central y, en caso de existir hidrocefalia, permite a los especialistas drenar el líquido acumulado dentro de los ventrículos cerebrales mediante una válvula que extrae esta sustancia hacia el peritoneo.
“El cierre precoz y la derivación de una hidrocefalia, que casi siempre le acompaña, ayudan a conseguir unos niveles funcionales bastante buenos. Además, el manejo de la espina bífida debe ser interdisciplinar y coordinada entre departamentos como neurología pediátrica, neurocirugía, rehabilitación, cirugía ortopédica y nefrología. De esta forma, se consigue una calidad de vida buena para la mayoría de los pacientes”, exponen.
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