No me gusta” es una frase típica cuando los niños prueban nuevos alimentos y productos diferentes. Un momento que puede convertirse en una odisea para los padres.

El sabor, la textura o su apariencia no siempre resultan apetecibles, especialmente en productos como las verduras.

Los expertos indican que quince repeticiones de media son las necesarias para que los más pequeños acepten un nuevo alimento. Hay incluso niños que desarrollan neofobia alimentaria, es decir, una fobia a lo nuevo que no les deja probar alimentos nuevos.

¿Cómo hacer que los niños prueben nuevos alimentos?

Introducir en la dieta nuevos alimentos es fundamental para conseguir una alimentación completa y variada.

Los especialistas de Clínica Universidad de Navarra recomiendan hacerlo cuando los niños son pequeños, para que desde edades tempranas aprendan buenos hábitos alimenticios.

“Probar algo nuevo supone un reto, pero tenemos que plantear un reto que él o ella vea que es capaz de afrontar”. No permitirle levantarse de la mesa, guardarlo para la cena, u otro tipo de castigo pueden desencadenar un rechazo mayor. Verlo como una obligación puede resultar contraproducente.

Entonces, ¿cómo conseguirlo?

1. Trocitos pequeños o bocados para que el niño pruebe.

“Un plato entero va a crearle rechazo. En cambio si le das un bocado para probar, acompañado de otra comida que le gusta más aunque no sea tan saludable, lo irá probando y con varios intentos irá introduciéndolo”.

2. Repeticiones de forma espaciada.

Pese a las primeras negativas, hay que seguir intentándolo de forma espaciada hasta conseguir su aceptación. “Así se demostró en un estudio inglés donde se marcó las quince repeticiones. Años después, se comprobó que para esos mismos participantes del estudio, aquellos alimentos que les costaba comer de pequeños eran considerados como sus alimentos favoritos”.

3. Alimentos atractivos y apetitosos.

Además de la introducción paulatina, los pequeños han de ver los alimentos de forma creativa y apetitosa, y participar en su elaboración.  “Lo ven como algo creativo: lo compran y lo cocinan ellos. Esto siempre les estimula mucho más que cuando simplemente te lo ponen y te obligan a comerlo”.