Cuando sufrimos una herida, producida por una lesión punzante -como, por ejemplo, clavarnos un clavo-, o un corte debemos tomarnos su limpieza y cuidado con diligencia y disciplina.
Ello es especialmente importante cuando la lesión se ha producido en un ambiente sucio, con tierra, o metales, ya que puede aparecer el tétanos, una enfermedad infecciosa aguda y potencialmente mortal.
El tétanos
El tétanos se produce por una bacteria llamada Clostridium tetani o también bacilo de Nicolaier.
“Es un bacilo muy resistente en el ambiente y que puede sobrevivir sin oxígeno. Es resistente incluso hasta 40 años, fuera del alcance de la luz solar y en condiciones extremas. Puede habitar en el intestino de los animales y contaminar el ambiente a través de las heces. Es incapaz de producir enfermedad si no se introduce en el cuerpo humano a través de una herida”, explican desde el Departamento de Nefrología de Clínica Universidad de Navarra (CUN).
La infección se produce al introducirse en el organismo a través de heridas producidas por traumatismos como golpes, cortes o mordeduras, que además se contaminan con tierra o compuestos orgánicos.
“No obstante, también puede llegar a producir la enfermedad por la penetración a través de heridas pequeñas y limpias o incluso en otras circunstancias, como sucede en partos acontecidos en condiciones insalubres”.
¿Cómo afecta el tétanos al organismo?
El germen se introduce en forma inactiva o esporas.
Si en los tejidos contaminados encuentra las condiciones adecuadas, especialmente con falta de oxígeno, comienza a germinar transformándose en formas activas y, con ello, empieza a crecer invadiendo los tejidos en los que se encuentra.
“Entonces, secretan una toxina potencialmente perjudicial para el sistema nervioso. Esta toxina se propaga a través de las terminaciones nerviosas, alterando su función. Interrumpe la acción de ciertos neurotransmisores que actúan inhibiendo la activación controlada de las neuronas motoras. Debido a este proceso, se produce una estimulación o hiperactivación incontrolada de las neuronas motoras”.
Al activarse estas motoneuronas, se desarrolla el cuadro clínico conocido como tétanos: contracción generalizada de los músculos del cuello, tronco y extremidades. El paciente afectado adquiere una postura rígida en forma de arco.
«Esta enfermedad se caracteriza por la aparición de espasmos musculares intensos y rigidez en todo el cuerpo, principalmente en la mandíbula, el cuello y los músculos de la espalda, lo que puede dificultar la respiración y causar complicaciones graves, como la fractura ósea, la neumonía y la insuficiencia cardíaca», explican desde Clínica Universidad de Navarra.
El periodo de incubación depende de la distancia que tiene que recorrer la toxina. Sin embargo, suele ser de unos catorce días.
También depende de la cantidad de toxina, “si ésta es elevada, la diseminación es más rápida, produciéndose dicha contaminación también a través de la circulación sanguínea y linfática. La mortalidad es elevada, siendo la causa más habitual del fallecimiento una parada respiratoria o arritmia severa”, señalan los expertos quienes añaden que, el tratamiento de esta infección, «incluye la administración de inmunoglobulina antitetánica para neutralizar la neurotoxina circulante, la limpieza y el desbridamiento de la herida para eliminar la fuente de infección, la aplicación de antibióticos, como la penicilina o el metronidazol, para erradicar la bacteria, y el uso de medicamentos para controlar los espasmos musculares, como los relajantes musculares y los sedantes, entre ellos el diazepam y la clorpromazina. También se pueden administrar analgésicos para aliviar el dolor y, en casos graves, puede ser necesario proporcionar soporte respiratorio mediante ventilación mecánica. La fisioterapia y la rehabilitación son fundamentales para la recuperación de la función muscular y la movilidad en pacientes que han padecido tétanos».
Consejos para prevenir el tétanos
Aunque no es una infección que produzca muchos casos, sí debemos conocer aquellas medidas que ayuden a evitar la infección de esta bacteria.
Al no existir ningún tratamiento específico y efectivo para la enfermedad, una vez que se ha desarrollado, y la inmunidad no se adquiere después de la infección, la vacunación es la medida preventiva más importante. Debemos asegurarnos de haber recibido una correcta vacunación. En caso de duda, es preferible volver a vacunarse o iniciarla de una nueva.
La vacuna del tétanos está incluida en el calendario escolar y todos los niños deben ser vacunados “aproximadamente a los 2, 4 y 6 meses junto con otras vacunas (trivalente), a los 18 meses, y posteriormente entre los 4 y 6 años, se administran dosis de recuerdo. Estas dosis de recuerdo deben repetirse cada 5 ó 10 años”, explican desde CUN.
Además, en el caso de una herida sucia o de peligro de infección, “debe vacunarse de nuevo al paciente y debe administrarse una gammaglobulina que neutralice la posible presencia de la neurotoxina. Si la vacunación se recibió hace más de cinco años o se tienen dudas acerca de que se haya realizado de forma correcta, debe practicarse una nueva”.
Actuar ante las heridas
En primer término, debemos tratar de evitar y protegernos de sufrir cualquier herida.
Esto es de especial importancia en quienes, por su labor profesional, trabajan con materiales de riesgo, como metales, o en condiciones que pueden implicar suciedad con tierra o restos orgánicos (laborales agrícolas, ganaderas, jardinería…). “Entre otras medidas, han de emplear guantes de cuero y calzado adecuado”. Cuando la herida se ha producido, proceder a la limpieza de la herida de forma inmediata, independientemente de su extensión. Se debe prestar especial atención en las heridas amplias. “Una buena limpieza de la herida es fundamental para prevenir esta enfermedad”.
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