Los niños también se deprimen. De hecho, la depresión infantil es una enfermedad frecuente en niños y adolescentes, y se estima que el 5% de este colectivo (1 de cada 20 niños y adolescentes) tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años.
“Actualmente se calcula que entre un 0,4 y un 2,5% de los niños, y hasta un 8% de los adolescentes, presenta síntomas depresivos que interfieren con su día a día”, indican los especialistas de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de Clínica Universidad de Navarra.
Pese a ser una patología habitual, menos de la mitad reciben un tratamiento adecuado ya que, según muestran los estudios, en muchos casos los padres subestiman la intensidad de la depresión de sus hijos.
¿Cómo saber si mi hijo sufre depresión?
En ocasiones, los niños pueden presentar un menor rendimiento académico, debido a una falta de atención y de interés que les hace dejar de esforzarse. Estos síntomas son comunes a otras circunstancias y no están relacionadas con la depresión.
En la depresión infantil, indican desde Clínica: “La alarma debe dispararse cuando se produce un cambio de conducta, no necesariamente muy brusco, respecto a su estado normal”.
El cambio de humor es el signo más significativo: “Muchos niños con depresión no están tristes sino irritables, hostiles y con ataques de ira. Algunos niños presentan también hastío o aburrimiento y falta de interés o apatía, síntomas que a veces confunden el diagnóstico con alteraciones conductuales, relacionadas con la adolescencia. También pueden presentar tristeza frecuente, episodios de llanto, y sentimientos de desesperanza”.
Los especialistas de Clínica Universidad de Navarra añaden además otros síntomas habituales:
- Alteraciones físicas, como dolores de cabeza o de estómago, sin causa médica.
- Problemas para dormir y de concentración.
- Cambios en el apetito, tanto a más como a menos.
- Cansancio, falta de energía, desgana.
- Autoestima baja, ideas negativas sobre ellos mismos, sensación de culpa o responsabilidad por circunstancias malas que pueden pasar.
- Desinterés, especialmente hacia aquellas actividades que antes le gustaban.
- Aislamiento social o falta de comunicación. “Otra señal de alerta es cuando el niño deja de salir con compañeros y se pasa mucho tiempo en casa sin hacer nada, con sensación de apatía”.
- Ausencias frecuentes al colegio o disminución del rendimiento escolar.
- Ideas sobre la intención de escaparse de casa.
- Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse, activa o pasivamente.
¿Cómo detectar estos síntomas y valorar que nuestro hijo tiene depresión?
Cuando el cambio conductual, junto con otros de estos síntomas, se prolongan en el tiempo: a lo largo de unas semanas, un niño con depresión empieza a estar muy cansado, con problemas físicos, o expresa ideas que connotan una autoestima muy baja.
“Ante la aparición de varios de estos síntomas, es recomendable no subestimar la situación y solicitar ayuda médica antes de que la situación empeore”, subrayan desde Clínica Universidad de Navarra.
La depresión infantil, ¿es genética?
La causa de esta patología es aún desconocida, pero sí se sabe que la depresión tiene un fuerte origen biológico y genético.
Los genes que heredamos de nuestros padres, y que están influenciados por las experiencias que tenemos en nuestra vida o cómo percibimos los acontecimientos vitales estresantes, pueden predisponernos a padecer depresión.
Los pequeños que sufren un fuerte estrés o que tienen una pérdida significativa en la familia; o niños con problemas serios de atención, aprendizaje, conducta, ansiedad, y con fracaso académico, tienen más riesgo de sufrir depresión.
Una historia de depresión en familiares cercanos, aunque haya sido hace tiempo o el familiar no conviva con el niño, es un riesgo genético para que el niño también la sufra.
Desde Clínica Universidad de Navarra indican que otra de las causas para la aparición de la depresión infantil es el abuso de sustancias, como alcohol o marihuana, “inciden con frecuencia en esta patología y pueden llegar a acompañar o preceder esta enfermedad”.
Hay que mandar un mensaje positivo a los progenitores: “Es fundamental que los padres conozcan los síntomas de la depresión infantil, que sepan que no es culpa suya, y que se trata de una enfermedad que tiene un tratamiento muy eficaz”, aseguran los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.
“No sabemos la causa, pero sí cómo tratarla y que el niño vuelva a ser como antes”, añaden.
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