Existe una larga lista de dolores o malestar que nos lleva a tomar antiinflamatorios o analgésicos. Algunos ejemplos pueden ser: aliviar el dolor de cabeza, reducir la fiebre; dolor abdominal, dolor de espalda, dolores menstruales, dolor de muelas…

El ibuprofeno o el paracetamol son los más conocidos y a los que más recurrimos. En muchos casos no necesitan receta y los consumimos de forma ‘automedicada’, es decir, sin requerir de prescripción ni receta médica.

No obstante, aunque parecen inofensivos, ninguna medicación está exenta de riesgos y efectos secundarios.

No hay ninguna sustancia química que ingiramos como principio activo de un medicamento que sea totalmente inocuo”, advierten los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.

Por eso, es importante que consulte a su médico o farmacéutico siempre antes cualquier dolor leve o moderado.

Reacciones al ibuprofeno y paracetamol

La reacción alérgica es el efecto secundario más común, pero también una mala dosificación puede desencadenar dolencias inesperadas en pacientes sanos.

“¿Tomar Ibuprofeno de 600 mg o de 400 mg?”  Los especialistas recomiendan tomar la dosis mínima, que en cada paciente variará ya que ningún medicamento afecta a los pacientes ni de la misma manera ni por igual.

Del mismo modo, los riesgos asociados y efectos secundarios tampoco son los mismos en cada persona.

“Con una única dosis convencional de un medicamento, como la que tomamos de forma esporádica cuando a uno le duele la cabeza, es muy raro que pase nada, sobre todo cuando ha tomado ya ese fármaco previamente. Los problemas surgen cuando la situación que exige la toma de un medicamento es crónica”, explican.

Ibuprofeno o paracetamol, ¿cuál es mejor?

Muchas personas usan el ibuprofeno y el paracetamol de forma indistinta. Sin embargo, ambas medicaciones tienen ciertas diferencias y riesgos que hay que tener en cuenta.

Para empezar, la diferencia más significativa es que el ibuprofeno es un antiinflamatorio, especialmente indicado para aliviar inflamaciones, y el paracetamol es un analgésico.

En determinadas situaciones, un medicamento es más conveniente que el otro. Por ello, el especialista indicará cuál es el fármaco que precisamos.

También es importante, resolver dudas con el médico o farmacéutico sobre ciertas cuestiones. Por ejemplo, si se pueden tomar bebidas alcohólicas, la dosis de paracetamol en función de la edad del niño menor, etc.

Ibuprofeno

Es el antiinflamatorio más conocido.

Lo utilizamos para aliviar inflamaciones, lesiones y dolores asociados a la artritis o la menstruación, por ejemplo.

El ibuprofeno es más rápido, más potente y su efecto se extiende más, pero también puede tener más efectos secundarios que el paracetamol.

Riesgos asociados: problemas de corazón, ya que aumenta el riesgo de padecer problemas de morbilidad cardiovascular como arritmias, insuficiencia cardíaca o infartos, y afecciones de riñón. “Una de las principales causas de diálisis sigue siendo el consumo crónico de antiinflamatorios. Una persona aparentemente sana, que no tenía problemas, se encuentra con que tiene una insuficiencia renal y que necesita un tratamiento irreversible como la diálisis”.

Además, es importante conocer que, por los efectos adversos que puede provocar, los pacientes deben presentar una receta médica para adquirir ibuprofeno de 600 mg. Solo se puede adquirir ya con receta médica.

Paracetamol

Se trata de un analgésico.

También se utiliza para paliar dolores de cabeza, muelas, quemaduras o fiebre.

Sin embargo, este medicamento analgésico no tiene efectos ante inflamaciones. Por ello, sus indicaciones no son las mismas, ya que sus efectos tampoco lo son.

Riesgos asociados: un mal uso del paracetamol tiene como principal riesgo un daño hepático. Una dosis alta y reiterada del fármaco puede afectar el buen funcionamiento del hígado, ya que puede ser tóxico.

En este caso, también ha de presentarse receta médica para adquirir paracetamol a partir de 1 mg.

Control médico

El ibuprofeno y el paracetamol son consumidos de forma habitual y no siempre es posible su reducción, ya que hay enfermedades crónicas que los demandan a diario.

Tanto para un consumo puntual, como continuado, es imprescindible el control médico. El doctor puede conocer cómo está afectando el fármaco al organismo y valorar si es necesario llevar a cabo cambios tanto en la dosis como en el tratamiento.