La obsesión por el deporte, el estilo de vida más sano, dietas… Inunda nuestras vidas y llena parques y gimnasios. Especialmente en determinados momentos del año.
El deporte es muy beneficioso para nuestra salud y nuestro corazón, pero al igual que la alimentación y otros aspectos de nuestra vida, ha de hacerse con moderación.
¿Dónde está nuestro límite?
Los especialistas de Clínica Universidad de Navarra ofrecen una sencilla clave para conocer si estamos practicando deporte a un ritmo adecuado para nuestro cuerpo: “¿Somos capaces de mantener una conversación?”.
Un ejemplo: podemos mantener una conversación a 5 km/h, pero no a 10km/h. Si caminamos a 8 km/h podemos hablar, pero nos empieza a costar porque no es un ejercicio muy light…
Si podemos mantener una conversación en el límite más alto posible, es decir cuando estamos cerca de no poder hacerlo, estamos a un nivel adecuado.
Este estímulo sobre el corazón provocará que tienda a desarrollarse el denominado ‘corazón del atleta’. De esta manera, conseguiremos realizar ejercicio sin sufrir e incorporar dos importantes beneficios del deporte a nuestra salud:
Un corazón un poco más grande
Realizar ejercicio de esta forma contribuye a que el corazón aumente su volumen y diámetro, y disminuya la frecuencia cardiaca. Conseguimos un corazón que late menos en reposo y late menos que un corazón no entrenado en el ejercicio en su máximo. Cuando dejamos de hacer ejercicio, nuestro corazón gastará menos, estará ahorrando vida.
Aumentar el diámetro de las arterias coronarias
Al hacer ejercicio estamos incrementando el trabajo físico. El corazón tiene que bombear más oxígeno para que llegue a los músculos, que necesitan un aporte extra de oxígeno. Esto hace que aumente el diámetro de las arterias coronarias y, con ello, aumenta el caudal.
En resumen, el deporte reduce el riesgo cardiovascular y mejora el sistema circulatorio. Dos beneficios que incluyen directamente en el corazón.
Los especialistas de Clínica apuntan un ejemplo que ilustra el beneficio del ejercicio físico sobre el corazón. “Es el caso del corredor de maratón, Clerence DeMar: cuando era joven, le prohibieron correr porque tenía alteraciones en el electrocardiograma y era malo para su salud. No hizo caso de aquellas advertencias y corrió más de 1000 maratones, ganando unos cuantos en Boston. Murió a los 70 años debido a un cáncer de colon. Tras hacerle la autopsia, los médicos descubrieron que sus arterias medían 7, 8 y 9 mm (en un varón normal miden 3 mm) y estaban limpias sin arterioesclerosis”.
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