“A mí me han dicho que puedes pillar la enfermedad”, “nunca pasa nada”, “mejor prevenir que curar”, “a saber los efectos que tiene”…

Son parte de las frases y leyendas que han surgido en torno a las vacunas. Pero, ¿qué ocurre realmente si dejamos de vacunar a nuestros hijos?

 Los médicos aseguran que los niños necesitan vacunarse para estar protegidos frente a infecciones y virus muy peligrosos.

Desde que existen las vacunas, enfermedades como la difteria o la rubeola son muy poco habituales. Sin embargo, sus efectos pueden ser muy graves y provocar, incluso, la muerte. Por ejemplo, el sarampión en niños no vacunados puede ocasionar una encefalitis (inflamación cerebral grave que puede provocar  secuelas neurológicas importantes) en 1 de cada 1.000 casos de sarampión.  O en una mujer embarazada, la infección por rubeola puede causar en su hijo malformaciones congénitas muy graves.

“Las vacunas junto con la potabilización del agua y la lucha contra la desnutrición han sido los elementos más importantes para disminuir la morbilidad-mortalidad infantil”, destacan los especialistas de Clínica Universidad de Navarra.

Gracias a la incorporación de los calendarios de vacunaciones, se ha erradicado la viruela y ha desaparecido la transmisión de la polio en gran parte del mundo. También ha disminuido la transmisión de enfermedades como el sarampión, tétanos, difteria o la rubeola en más de un 95%.

Dudas sobre las vacunas

Para responder a los mitos, falsos y peligrosos, que existen sobre las vacunas, los especialistas de Clínica Universidad de Navarra resuelven algunas dudas que han surgido en torno a ellas:

Sustancias biológicas

Las vacunas son sustancias biológicas que producen una reacción parecida a las infecciones, pero sin producir la enfermedad. Así, el niño estará protegido para el futuro.

Sin embargo, como cualquier medicamento, no están exentas de reacciones adversas leves, como fiebre, mareos, malestar general, dolor en el lugar de la inyección (en general leve y bien tolerada).

Control de seguridad

Las vacunas han de superar uno de los controles de seguridad más rigurosos y exhaustivos de las autoridades sanitarias.

Se realizan no sólo durante su elaboración, si no durante toda su utilización. Hay organismos (sistemas de farmacovigilancia) locales, nacionales e internacionales que registran todos los efectos secundarios para su análisis y tomar las medidas oportunas para su corrección (si fuera necesario).

Vacunación de la población adulta

Los adultos también deben vacunarse. Hay un calendario para las vacunas contra el tétanos, difteria, tosferina y gripe. Para el resto, depende de si se vacunó en la infancia y de las enfermedades pasadas.

En la actualidad se recomienda vacunar contra la tosferina a toda mujer embarazada, para que su hijo nazca con defensas contra esta enfermedad.

Alta eficacia

Las informaciones sobre su eficacia tienen más de repercusión mediática, que de realidad. En datos, en España en el año 2014 se incrementó la cobertura respecto al 2013, llegado al 90-95 % para determinadas vacunas. Para la vacuna triple vírica (Rubeola – Sarampión – Parotiditis) la cobertura en el 2014 fue del 93% (inferior por poco al 95% requerido para garantizar la eliminación del sarampión).

En la actualidad existe una protección de la población de no vacunados debido a la presencia de un elevado porcentaje de individuos inmunes gracias a la vacuna. Por eso, existe una percepción de riesgo bajo si los padres no vacunan a sus hijos. Sin embargo, si no fuera por ellas o si se interrumpiera la vacunación, las enfermedades y epidemias reaparecerían.

El sarampión se dispara en Europa un 400 %

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha dado la voz de alarma: entre 2016 y 2017, el sarampión se ha incrementado en Europa en un 400 %, registrando 21.315 casos y un total de 35 muertes. España también cuadruplicó en 2017 sus casos de sarampión, uno de ellos mortal.

El sarampión se puede prevenir desde hace décadas gracias a la administración de la vacuna. Esta enfermedad vírica afecta especialmente a niños, y es de especial importancia en adultos que no pasaron la enfermedad en su niñez, ya que las complicaciones en éstos son aún más graves.

Se trata de una enfermedad muy contagiosa – mientras que un paciente con gripe puede contagiar a uno y medio, el infectado por sarampión puede extender la enfermedad a 12-14 personas-, y puede causar complicaciones graves como ceguera, encefalitis, diarrea intensa, infecciones del oído, neumonía, o incluso la muerte.

Desde el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC en inglés) señalan que la propagación e incremento de sarampión el pasado año se debe a una tasa de vacunación inferior a la óptima en muchos países: el 87 % de los que enfermaron de sarampión no se habían vacunado.

“La vacunación con al menos dos dosis de la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola sigue siendo la medida más eficaz para prevenir la propagación del sarampión”, señalan los especialistas del ECDC.