La obsesión por el deporte o por la forma física puede tener consecuencias nocivas. Estos tres síntomas de la vigorexia te pueden ayudar a reconocerla

Es bueno hacer ejercicio, y cada vez hacemos más. Tiene innumerables beneficios físicos y psicológicos. Además, engancha y está de moda. Pero, ¿no hay veces en las que parece que nos obsesionamos con el deporte?

La vigorexia consiste en una preocupación excesiva y obsesiva por el aspecto físico, con una práctica compulsiva de ejercicio para hacer masa muscular. Según afirma Carmen Lasprapsicóloga clínica del Departamento de Psiquiatría y Psicología de la Clínica Universidad de Navarra, puede acompañarse de una distorsión de la imagen corporal, percibiéndose a uno mismo como poco proporcionado o débil. Y puede darse incluso una alteración de la conducta alimentaria, con dietas restrictivas o poco equilibradas.

Como tal, la vigorexía no es un trastorno codificado en las clasificaciones diagnósticas actuales. Puede tener elementos de distintos trastornos como el obsesivo-compulsivo, de la conducta alimentaria o dismórfico corporal. Lo que esta claro es que en ningún caso se trata de un comportamiento saludable.

Síntomas de la vigorexia

Existen tres síntomas que pueden ayudarnos identificar una conducta vigoréxica:

1. Excesiva dedicación al ejercicio: Priorizarlo con respecto a otras actividades o responsabilidades y no tener nunca suficiente. Este puede ser un indicador de que estamos cruzando la línea entre lo saludable y lo patológico.

2. Importancia del físico en la autoevaluación: hacer excesivo énfasis en el aspecto físico a la hora de valorarnos a nosotros mismos y tener una percepción errónea de nuestra composición corporal. Percibir de forma distorsionada nuestro cuerpo como débil o pequeño puede conducirnos a incrementar la práctica de ejercicio físico de forma casi compulsiva.

3. Insatisfacción generalizada: un sentimiento de insatisfacción con nuestra situación vital puede llevarnos a encontrar en el ejercicio físico la única vía de escape o fuente de gratificación, introduciéndonos en el circulo vicioso de la implicación excesiva.

Nuestro cuerpo es parte de nosotros mismos, y es importante que lo cuidemos, pero siempre dentro de un equilibrio y proyecto personal más amplio. El ejercicio nos ayuda a vivir, no vivimos para el ejercicio. La vida es mucho más que eso, vivir con plenitud es trascender y una vida plena se extiende más allá de nuestro cuerpo.